la
casa del doctor Jekyll tiene dos puertas, una trasera que da a un callejón
sombrío y luego a callejuelas que llevan al doctor, en la noche,
hasta el Soho; la otra guardada por un honorable mayordomo, pertenece a
la fachada, la más noble de una plaza antigua, y recorta la figura
alta, distinguida y respetable del doctor, camino de sus reuniones de sociedad
o de sus particulares quehaceres caritativos. Las dos puertas llevan a
cada uno a su ámbito: a la sociedad respetable y al placer nocturno.
Jekyll viene al gabinete, su laboratorio, desde una u otra, desdoblado
en dos personas cada día y cada noche más difíciles
de armonizar. Fuera, las calles compartían plazas comunes y en la
acera la farola terciaba sus luces con sus sombras. Sin embargo, el joven
doctor no podía concordar sus dos yo irreductibles.
El doctor Jekyll, trabajando un día en su laboratorio, consiguió
resolver el problema que le atormentaba: sentirse movido por dos tendencias
dispares o más exactamente, no ser uno sino dos, bien y mal, en
una naturaleza. Su pócima le permitió pasar del uno al otro
yo, ser por tiempos una unidad coherente, y ya, en lo sucesivo, según
quisiera adoptar esta o aquella personalidad aquel día apareció
Hyde. Jekyll y Hyde tuvieron cada uno su puerta, cada uno su vida, cada
uno un yo, pero una sola memoria y compartiendo el mismo gabinete.
El fuego del hogar, desde entonces, sacudió sus pacíficas
cenizas y sembró el techo, el espejo y los cristales de los armarios
de agitados resplandores: letras llameantes que avisaban, ya sin tiempo,
la culpa y el castigo. La casa quedó rota; cada puerta dio a su
calle.
No es un azar que la palabra "puerta", que evoca entre otras la idea del
secreto, sea una de las que arrojan , en el recuento informático
del texto de Jekyll y Hyde, mayor índice de frecuencia
de apariciones. En cierto sentido, esa palabra marca el principio y el
fin de la acción. Esta alcanza su punto culminante y su término
en el antepenúltimo capítulo del libro titulado: "La última
noche", cuando los amigos de Jekyll, temiendo por la vida del doctor, abaten
violentamente la puerta de su despacho y encuentran, aunque todavía
sin entenderlas, las claves del extraño caso. Y en el capítulo
primero: "La historia de la puerta", el elemento físico que inaugura
la acción de la novela es el destartalado portón exterior
por donde el doble de Jekyll entraba y salía del laboratorio. Al
pasar por un domingo el abogado Utterson y su acompañante, éste
le habla de la noche en que una niña fue atropellada por Hyde, cuyo
nombre menciona por primera vez.
La astucia narrativa de Stevenson aprovecha la ocasión para anticipar
la dualidad de Jekyll y Hyde en la mente del lector describiendo desde
fuera la extraña configuración de la casa del médico,
que es también "dual".
Las relaciones entre los dos se
encuentran simbolizadas en la casa de Jekyll, que es mitad Jekyll y mitad
Hyde. Del mismo modo que Jekyll es una mezcla de bien y de mal, su vivienda
también es una mezcla, simboliza de manera muy clara la relación
entre Jekyll y Hyde.
Las relaciones entre los dos se encuentran simbolizadas
en la casa de Jekyll, que es mitad Jekyll y mitad Hyde.
Del mismo modo que Jekyll es una mezcla de bien y de
mal, su vivienda también es una mezcla, simboliza de
manera muy clara la relación entre Jekyll y Hyde.
En el primero de los versos que encabezan la novela, dedicados por Stevenson
a su prima Katharine de Matos, leemos:
Malo
es soltar los lazos que, por decreto de Dios, unen.
Estas palabras, o las que Jekyll repite más tarde en su confesión
("he tenido que aprender que la condena y la carga de nuestra vida
están atadas para siempre a las espaldas del hombre"), parecen
exhortarnos a no desafiar como él lo que la Providencia ha dispuesto
sobre nuestra naturaleza.
Jekyll no se describe a sí
mismo como puro bien, sino como un compuesto de bien y de mal y que Hyde,
precipitado de mal puro, convirtió en monstruosos los que en un
principio sólo fueron "indignos" placeres del doctor. Los actos
de Hyde que se detallan en el libro, como el atropello de una niña
y el asesinato de Carew, se caracterizan por una brutalidad y crueldad
exacerbada. Por otra parte, al ser Jekyll el causante de Hyde, podemos
deducir que es también responsable de estos atroces actos. Y esto
es, sencillamente, lo que pensaba el propio Stevenson: que el doble de
Jekyll es un sádico y el doctor un individuo de doble moral, es
decir, un hipócrita. El hipócrita da rienda suelta a la bestia
de Hyde - que es la esencia de la crueldad, la malicia, el egoísmo
y la cobardía, y éstas son las cualidades diabólicas
del hombre. El dinamismo psicológico de Hyde es un proceso espontáneo
de brutalización y degeneración que hace girar hacia lo monstruoso
los inicialmente sólo "indignos" placeres de Jekyll.
En todo caso el universo que nos ofrece Stevenson en sus novelas, y especialmente en ésta, no se deja medir bien por los códigos éticos o sociales establecidos. Contiene ingredientes que, por usar un término de Nietzsche, son extrapolares. Es verdad que el planteamiento de Jekyll y Hyde tiene algo de común con la visión conflictiva del hombre y de su batalla entre el espíritu y la carne que describen el platonismo y el cristianismo. Es lo que llama Jekyll "la perenne guerra entre los miembros".
Era la maldición del género humano que
estuviesen así atadas estas dos incongruentes
gavillas, que incesantemente hubieran de
luchar estos dos gemelos polares en las
torturadas entrañas de la consciencia.
La diferencia está
en que, por enconado que sea ese conflicto, platonismo y cristianismo ofrecen
una solución. Pero no es ese el caso de Stevenson, sobre quien el
mal y el destino ejercen una especie de fascinación. El mal no es
en su universo, como en la clásica concepción cristiana,
una simple negación de realidad. Y Henry Jekyll declara asimismo
refiriéndose a Hyde que: "Ése también era yo".
El problema para Stevenson,
en el contexto de esta novela, no reside sólo en que esos dos elementos
son mutuamente incompatibles sino que están fatalmente condenados
a la desgracia tanto si se los separa como si se les deja seguir juntos.